Los cuentos no son sólo textos que le ayudan a los padres a hacer dormir a sus hijos: también son propuestas que disparan reflexiones en personas de todas las edades y hasta son materiales consultados por aquellos adultos que buscan recordar momentos felices de su infancia.
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El gigante egoísta Oscar Wilde, por citar sólo uno, elaboró a lo largo de su trayectoria una gran cantidad de historias que, además de entretener a los pequeños de su época, cautivaron a chicos y grandes de todos los tiempos. Incluso en la actualidad, los cuentos de este escritor generan interés y mantienen su riqueza narrativa.
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De su autoría es, por ejemplo, “El gigante egoísta”, un cuento de hadas que se publicó por primera vez en 1888 dentro de “El príncipe feliz y otros cuentos”, un libro donde también aparecía el ya mencionado relato “El ruiseñor y la rosa”.
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Esta historia, tal como recordará más de un lector, comienza a desarrollar su trama a partir de una pintoresca descripción que, de tanta belleza que retrata, provoca deseos de estar junto a esos niños que, cada tarde, iban a jugar al jardín del gigante, un sitio repleto de flores donde los pájaros regalaban sus mejores melodías.
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Allí los pequeños eran felices, pero nada de eso le importó al dueño del lugar, quien al regresar a su hogar decidió prohibir la entrada y amurallar su jardín. Los chicos ya no podían divertirse en él a causa de las actitudes egoístas del gigante, pero su propietario tampoco pudo disfrutar de su verde tesoro porque, sin la alegría generada por el espíritu infantil, las aves ya no querían cantar y los árboles se olvidaban de florecer.
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En esa zona, a diferencia de otras regiones, el invierno parecía eterno: el viento norte, el granizo, el hielo y la nieve se adueñaban del entorno y, entonces, la primavera y el verano jamás llegaban.
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Una mañana, para sorpresa del gigante, el panorama cambió y la alegría renació en su hogar. En él ya no había mantos blancos, sino pájaros y flores que embellecían el jardín que, pese a las prohibiciones del hombre, había vuelto a llenarse de niños.
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Ese fue el día en que se inició la transformación de ese temible ser que decidió hacer a un lado su egoísmo para disfrutar y compartir la fuerza, la alegría y la felicidad de los más pequeños.
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