sexta-feira, 31 de janeiro de 2014

José Gomes Ferreira - Areia XXVII

* José Gomes Ferreira

AREIA: XXVII
...
Entra, realidade, entra
com pés de névoa
na minha combustão do desalinho...
...
Entrem, árvores.
Entrem, pedras.
Entrem, fragas.
Entrem, sóis.
...
Entrem, entrem nesse cadinho de nuvens
onde tudo se transforma
em alma que começa...
...
(...para amanhã ter a ilusão
de que o mundo é um sonho sem forma
a sair-me da cabeça.)

segunda-feira, 20 de janeiro de 2014

Paul Éluard - Aviso

Paul Éluard

[Tradução de António Ramos Rosa]
 

A noite que precedeu a sua morte
foi a mais breve de toda a sua vida
Pensar que estava vivo ainda
era um fogo no sangue até aos punhos
A sua força era tal que ele gemia
Foi quando atingia o fundo deste horror
Que o seu rosto num sorriso se lhe abriu
Não tinha apenas um único camarada
Mas sim milhões e milhões de camaradas
Para o vingarem sim bem o sabia
E então para ele ergue-se a alvorada


terça-feira, 14 de janeiro de 2014

José Gomes Ferreira - Sonâmbulo I e XIV

* Jos´´e Gomes Ferreira

SONÂMBULO/I


(Enquanto os aliados a caminho de Berlim
morrem, eu entretenho-me a ver chover na
Rua da Palma, espalmado num portal a
cheirar a urina podre)

Chove…

Mas isso que importa!,
se estou aqui abrigado nesta porta
a ouvir na chuva que cai do céu
uma melodia de silêncio
que ninguém mais ouve
senão eu?

Chove…

Mas é do destino
de quem ama
ouvir um violino
até na lama.

~~~~~~~~~~

Dos dedos dos homens
Sujos de morte.

Um mundo forrado
De pele de mãos
Com pedras roídas
das nossas sombras.

Um mundo lodoso
Do suor dos outros
E sangue nos ecos
Colado aos passos…

Um mundo tocado
Dos nossos olhos
A chorarem musgo
De lágrimas podres…

Um mundo de cárceres
Com grades de súplica
E o vento a soprar
Nos muros de gritos.

Um mundo de látegos
E vielas negras
Com braços de fome
A saírem das pedras…

O nosso mundo é este
Suado de morte
E não o das árvores
Floridas de música
A ignorarem
Que vão morrer.

E se soubessem, dariam flor?

Pois os homens sabem
E cantam e cantam
Com morte e suor.

O nosso mundo é este….

( Mas há-de ser outro.)

SONÂMBULO - XIV



Dói-me a boca de silêncio
e vou gritar!
- nesta noite de lua mole
a dobrar-se nos telhados
inertes de bafio...

Dói-me a boca de silêncio
e vou gritar!

- Atirar para a ferrugem do vento
da noite desmantelada
um desafio de acordar o mundo
nas janelas de súbito acesas
- com milhões de vozes
esvaídas num clamor para além do sufocar das pedras!

Dói-me a boca de silêncio
e vou gritar!
Gritar,ouviram?

Gritar esta alegria de não sentir ainda terra na boca!
Gritar esta Labareda, enfim fora dos olhos!

domingo, 12 de janeiro de 2014

Alexandre O'Neill - POEMA POUCO ORIGINAL DO MEDO



O medo vai ter tudo
pernas
ambulâncias
e o luxo blindado 
de alguns automóveis
Vai ter olhos onde ninguém o veja
mãozinhas cautelosas
enredos quase inocentes
ouvidos não só nas paredes
mas também no chão
no teto
no murmúrio dos esgotos
e talvez até (cautela!)
ouvidos nos teus ouvidos

O medo vai ter tudo
fantasmas na ópera
sessões contínuas de espiritismo
milagres
cortejos
frases corajosas
meninas exemplares
seguras casas de penhor
maliciosas casas de passe
conferências várias
congressos muitos
ótimos empregos
poemas originais
e poemas como este
projetos altamente porcos
heróis
(o medo vai ter heróis!)
costureiras reais e irreais
operários
(assim assim)
escriturários
(muitos)
intelectuais
(o que se sabe)
a tua voz talvez
talvez a minha
com a certeza a deles

Vai ter capitais
países
suspeitas como toda a gente
muitíssimos amigos
beijos
namorados esverdeados
amantes silenciosos
ardentes
e angustiados

Ah o medo vai ter tudo
tudo
(Penso no que o medo vai ter
e tenho medo
que é justamente
o que o medo quer)

O medo vai ter tudo
quase tudo
e cada um por seu caminho
havemos todos de chegar
quase todos
a ratos Sim
a ratos

~~~~~~~~
quadro - O Grito, de Edgar Munch
 — .
12

sábado, 11 de janeiro de 2014

Carlos Drummond de Andrade - Ausência



Por muito tempo achei que a ausência é falta.
E lastimava, ignorante, a falta.
Hoje não a lastimo.
Não há falta na ausência.
A ausência é um estar em mim.
E sinto-a, branca, tão pegada, aconchegada nos meus braços,
que rio e danço e invento exclamações alegres,
porque a ausência, essa ausência assimilada,
ninguém a rouba mais de mim.


(Carlos Drummond de Andrade)


partilhado por Madalena Mendes
13

sexta-feira, 10 de janeiro de 2014

NOVENTA Y TRES – Victor Hugo



 Hislibris - libros de historia, libros con historia


NOVENTA Y TRES. Victor Hugo- Un día la revolución será la justificación del Terror.
- Hay que temer que el Terror sea la calumnia de la revolución”.

Transcurre en Francia el año de 1793. Es la hora del triunvirato Robespierre-Danton-Marat.En la Vendée, provincia ubicada al oeste del país -predominantemente agraria y un verdadero bastión del tradicionalismo-, se ha desatado una insurrección contra el gobierno revolucionario. Los intentos iniciales de sofocarla han fracasado y el alzamiento se extiende: es la guerra civil. En esta “hora de los sanguinarios”, “el terror replicaba al terror” (Hugo). Unos y otros –insurgentes y fuerzas republicanas- se destrozan sin perdón ni cuartel; nada, ciertamente, que desmienta la fama de crueldad extrema de las guerras civiles. En ‘Noventa y tres’ tenemos una interesante reflexión acerca del período, escrita por uno de los maestros de la literatura decimonónica.

Novela publicada en 1874 y concebida como primera parte de un ciclo sobre la Revolución Francesa que no llegó a concretarse, ‘Noventa y tres’ es la obra de un Victor Hugo (1802-1885) consolidado en su papel de paladín del republicanismo, además de hacer de monumento viviente de la literatura francesa. En ella,el célebre autor de ‘Los miserables’ –entre muchas otras obras- se vale del referido marco histórico y de unos cuantos personajes ficticios (protagonistas de la novela) para delinear algunos de los dilemas planteados por la revolución y la política del terror. Dilemas cuya relevancia es, en lo que hace al fenómeno revolucionario, universal.


La trama se despliega al pulso de la actuación de tres personajes: Gauvain, joven comandante de tropas gubernamentales que ha repudiado su origen aristocrático y adherido, por convicción e idealismo, a la revolución; el anciano pero vigoroso marqués de Lantenac, pariente de Gauvain y, en tanto líder de fuerzas vandeanas, su enemigo (cierta prueba de ferocidad del marqués hace decir a un personaje que “La Vendée tiene un jefe”; esto es, uno a la altura de las circunstancias: implacable y brutal); finalmente, Cimourdain, ex sacerdote devenido partidario del ideal revolucionario, inexorable y glacial en su cometido: es, al decir de Hugo, “el espantoso hombre justo”. Convencido de la necesidad de aplastar la insurrección (“Si la Revolución muere, será por la Vendée”, llega a afirmar), Cimourdain es designado comisario plenipotenciario del Comité de Salvación Pública para la guerra vandeana, lo que lo conduce a Gauvain, comandante de la columna expedicionaria que hostiga a Lantenac. Da la casualidad de que Cimourdain conoce a ambos jefes en liza: desempeñó otrora labores sacerdotales en casa del marqués y fue tutor del pequeño vizconde de Gauvain. En realidad, fue él quien sembró en el alma del joven su virtud republicana, y aunque han dejado de verse por mucho tiempo, se profesan uno a otro el afecto de un padre y un hijo.

Conforme progresa la narración se dilucida su conflicto medular, a saber: el problema de la clemencia en medio de una crisis de proporciones, tal que el axioma de ‘a grandes males, grandes remedios’ parece ofrecer la única alternativa seria y la clemencia convertirse en estorbo, haciendo del indulgente un irresponsable, cuando no un criminal. Lantenac y Cimourdain se merecen en cuanto a ferocidad; ambos están dispuestos a arrasar con todo lo que se oponga a sus respectivos designios: exterminar la revolución para restaurar la monarquía, en el caso del marqués; aniquilar a la contrarrevolución, en el del ex sacerdote. En ambos hay el mismo desprecio de la clemencia, en el convencimiento de que, cuando están en juego causas tan cruciales como las que ellos defienden, la misericordia para con el enemigo o el traidor sólo puede ser negligencia o, peor aun, otra forma de traición; un crimen imperdonable. Gauvain, en cambio, está hecho de otro material. Venera la revolución y la sirve con fervor, pero su fibra moral propende a la indulgencia.No ve, por ejemplo, en la matanza de prisioneros o de religiosos un favor a su ideal ni un servicio a la república, sino el peor modo de desacreditarlos. Así como el viejo Cimourdain representa la República implacable, su ex discípulo representa la República clemente. Gauvain considera los principios supremos de la revolución como dogmas de paz y armonía; si se quiere conquistar a los pueblos para la república universal, nada más contraproducente que asustarlos. “No hay que hacer el mal para hacer el bien. No se derriba el trono para dejar en pie el patíbulo”, asegura. Es un soldado para el que no tiene sentido vencer si no se puede perdonar. En la guerra vandeana, pues, estos jefes de las fuerzas republicanas –militar uno, Gauvain, político el otro, Cimourdain- personifican modos contrapuestos de entender la revolución y los medios de los que ella deba valerse ante quienes se le oponen. El conflicto es latente, y el logro de su objetivo, la derrota y captura de Lantenac, será la causa de su estallido.

Cimourdain tiene órdenes de matar al marqués; son órdenes que repugnan a Gauvain. Lantenac tuvo oportunidad de huir, pero ha preferido arriesgar su vida salvando a unos niños en peligro de muerte, los mismos que había secuestrado y con los que había pretendido chantajear a sus enemigos; el propio marqués ha cedido al llamado de la compasión.La conciencia de Gauvain se debate entreel deber moral que lo conmina a la piedad y el deber de lealtad y obediencia a la república y la revolución. Pero también se juega su modo de comprender el servicio a ambas; modo afecto a la bondad y la indulgencia.

Gauvain, enfrentado a este problema, obra según le dicta su conciencia aun a riesgo de hacerse reo del crimen de traición.No intenta huir ni pide clemencia para sí, pues entiende que ha infringido la ley. Es Cimourdain quien debe juzgarlo, con lo que se ve expuesto al problema de condenar a muerte a quien ama como a un hijo. En su mano está exonerarlo del patíbulo -no le faltan razones bien fundadas-. ¿Debe llevar al extremo su obediencia irrestricta al deber? ¿Qué Patria es ésta que se funda en la negación de la clemencia? ¿Se impone en todos los casos el deber legal al deber moral?

La novela da cuenta todo lo expresamente posible de la admiración de Hugo por la revolución. No niega sus errores ni sus horrores, pero sí está dispuesto a justificarlos (a cuenta del ideario democrático y republicano legado por el movimiento). En el balance de los beligerantes en el conflicto vandeano se decanta claramente por el bando revolucionario; esto al extremo de presentar dicha guerra como una confrontación entre el boscaje y el pantano provincianos, de un lado, y París (el del Comité de Salud Pública, de la Convención y de la guillotina), del otro. Confrontación entre campesinos y patriotas; entre Región y Patria; entre barbarie y civilización. Para mayor abultamiento, Hugo contrasta la insurgencia del montañés suizo (la de que tuvo por referente a Guillermo Tell) con la del campesino vandeano, declarando que mientras el primero combate por un ideal, el segundo lo hace por prejuicios; si el suizo lucha por la libertad y la comuna, el vandeano lo hace en nombre del aislamiento y de la parroquia. Afirma el escritor lo siguiente: “Las ideas generales odiadas por las ideas parciales es lo que constituye la lucha por el progreso”. La insurrección vandeana, en concepto del autor, no es más que la reacción de una idea local contra una idea universal.

Hugo hace gala de una buena dosis de fatalismo o determinismo geográfico. Atribuye justamente el triunfo de la rebelión suiza –rebelión de las montañas- y el fracaso de la rebelión vandeana –rebelión de los bosques- a “la influencia fatal del medio ambiente”. Según el novelista, “los países libres tienen Apeninos, Alpes, Pirineos, un Olimpo. [...] Grecia, España, Italia, Helvecia, tienen como figura la montaña; Cimeria, Germania o Bretaña, el bosque. El bosque es bárbaro”. En temeraria metáfora, Hugo sostiene que “la educación no es la misma si está hecha para las cumbres o para los bajos fondos”.

Visto el carácter ideológico de la novela, la construcción de personajes adolece de cierto esquematismo. No es que parezcan autómatas: aun los antipáticos Cimourdain y Lantenac exhalan algo de calidez humana, y Hugo se demora cuidadosamente en la caracterización de los protagonistas; pero importan menos como individuos imaginados que como portavoces de ideas. La obra carga con el lenguaje ampuloso e imponente al que era aficionado Hugo, sobre todo en los pasajes descriptivos y reflexivos. Los diálogos, a la par que abundantes, son chispeantes y acerados como si se tratase de duelos de espadachines; también son enfáticos y muy teatrales. Todo está concebido para impresionar al lector, incluyendo el dramatismo de la acción, poblada como está de giros sensacionales. Pero, a mi entender, nada más impactante que el dejo de simplismo que impregna las ideas del autor. La revolución francesa es en sí un tema conflictivo que difícilmente admite juicios unívocos. También exige hacer los distingos correspondientes (creo que 1789 no es lo mismo que 1793, por ejemplo).

Me ha parecido, en suma, una novela inquietante. Y estimulante.


Victor Hugo, ‘Noventa y tres’. Losada, Buenos Aires, 2007. Traducción de Luis Echávarri. 439 pp.
Otras ediciones recientes:
Gredos, Barcelona, 2004. 480 pp.
Montesinos, Barcelona, 2002. 449 pp.


http://www.hislibris.com/noventa-y-tres-victor-hugo/

quinta-feira, 9 de janeiro de 2014

O Noventa e Três - Victor Hugo

. "O livro é um mudo que fala, um surdo que responde, um cego que guia, um morto que vive." Pr. António Vieira
 

Até onde pode um ser humano chegar, quando se encontra nas situações mais extremas que se podem imaginar? Esta pergunta poderia ser o subtítulo desta obra. O extremo do sofrimento, o limiar da raiva contida, o limite da injustiça… tudo neste livro nos faz tremer; é inacreditável até onde pode chegar o ódio, a violência do ser humano sobre o seu semelhante, em nome de ideais que por vezes nem se conhecem, por obediência a líderes que nada têm de benevolentes.

A luta contra a injustiça e a denúncia de uma sociedade fundada sobre a desigualdade, conferem a Victor Hugo o estatuto de escritor revolucionário mas, acima de tudo um grande e profundo humanista. A sua própria dor sente-se nas linhas da sua escrita. A dor de quem escreve com alma, com a paixão pelos ideais da Revolução francesa, mas com toda a consciência dos excessos dos próprios revolucionários que, em nome da justiça não hesitavam em cometer os mesmos crimes e a praticar a mesma violência.

Gouvin é o herói romântico que Hugo escolheu para representar o revolucionário que, esse sim, procurou combater o mal com o bem. Acabará mal, como é lógico.

O enredo desenrola-se no ano do título, em plena guerra da Vendeia, que opôs os revolucionários republicanos, herdeiros da Revolução Francesa, proclamando os ideias de Liberdade, Igualdade e Fraternidade e, do outro lado, os realistas, saudosistas da monarquia, com o apoio dos interesseiros ingleses.

Um dos aspetos que mais impressiona o leitor, nesta obra, é desapego dos personagens em relação à própria vida; é a forma por vezes heroica, outras vezes louca como enfrentam a violência do inimigo, com que se expõem às balas. E no meio de heróis uns e idealistas outros, o povo de pé descalço; milhões de soldados miseráveis jogando a vida como se a morte fosse o destino fatal de uma procura a que chamam vida.

Escrito em 1874, quando V. Hugo contava já 72 anos, este livro é o culminar de uma carreira literária brilhante; é a súmula de uma imensa obra, onde brilham estrelas como Os Miseráveis e Nossa Senhora de Paris. Sem a profundidade histórica do Corcunda de Notre Damme e sem a beleza e a profundidade de Os Miseráveis, este O Noventa e Três compensa o leitor com um ritmo narrativo alucinante, privilegiando os diálogos e a emoção do enredo.

Sem dúvida, mais uma obra grandiosa da enorme literatura francesa do século XIX.

Obrigatório para quem aprecia a grande literatura universal.
Nota dez em dez.

domingo, 5 de janeiro de 2014

José Gomes Ferreira - o amor que eu sinto

* José Gomes Ferreira 

O AMOR QUE SINTO

O amor que sinto
é um labirinto.

Nele me perdi
com o coração
cheio de ter fome
do mundo e de ti
(sabes o teu nome),
sombra necessária
de um Sol que não vejo,
onde cabe o pária,
a Revolução
e a Reforma Agrária
sonho do Alentejo.
Só assim me pinto
neste Amor que sinto.

Amor que me fere,
chame-se mulher,
onda de veludo,
pátria mal-amada,
chame-se "amar nada"
chame-se "amar tudo".

E porque não minto
sou um labirinto.

quinta-feira, 2 de janeiro de 2014

António Ramos Rosa - Poema dum funcionário cansado


* António Ramos Rosa


A noite trocou-me os sonhos e as mãos
dispersou-me os amigos
tenho o coração confundido e a rua é estreita
estreita em cada passo
as casas engolem-nos
sumimo-nos
estou num quarto só num quarto só
com os sonhos trocados
com toda a vida às avessas a arder num quarto só
Sou um funcionário apagado
um funcionário triste
a minha alma não acompanha a minha mão
Débito e Crédito Débito e Crédito
a minha alma não dança com os números
tento escondê-la envergonhado
o chefe apanhou-me com o olho lírico na gaiola do quintal em frente
e debitou-me na minha conta de empregado
Sou um funcionário cansado dum dia exemplar
Por que não me sinto orgulhoso de ter cumprido o meu dever?
Por que me sinto irremediavelmente perdido no meu cansaço
Soletro velhas palavras generosas
Flor rapariga amigo menino
irmão beijo namorada 
mãe estrela música
São as palavras cruzadas do meu sonho
palavras soterradas na prisão da minha vida
isto todas as noites do mundo numa só noite comprida
num quarto só

António Ramos Rosa