quarta-feira, 1 de junho de 2011

El faisán - Rubén Darío


Poemas del Alma



Dijo sus secretos el faisán de oro: 
—En el gabinete mi blanco tesoro, 
de sus claras risas el divino coro, 

las bellas figuras de los gobelinos, 
los cristales llenos de aromados vinos, 
las rosas francesas en los vasos chinos. 

(Las rosas francesas, porque fue allá en Francia 
donde en el retiro de la dulce estancia 
esas frescas rosas dieron su fragancia.) 

La cena esperaba. Quitadas las vendas, 
iban mil amores de flechas tremendas 
en aquella noche de Carnestolendas. 

La careta negra se quitó la niña, 
y tras el preludio de una alegre riña 
apuró mi boca vino de su viña. 

Vino de la viña de la boca loca, 
que hace arder el beso, que el mordisco invoca. 
¡Oh los blancos dientes de la loca boca! 

En su boca ardiente yo bebí los vinos, 
y, pinzas rosadas, sus dedos divinos 
me dieron las fresas y los langostinos. 

Yo la vestimenta de Pierrot tenía, 
y aunque me alegraba y aunque me reía, 
moraba en mi alma la melancolía. 

La carnavalesca noche luminosa 
dio a mi triste espíritu la mujer hermosa, 
sus ojos de fuego, sus labios de rosa. 

Y en el gabinete del café galante 
ella se encontraba con su nuevo amante, 
peregrino pálido de un país distante. 

Llegaban los ecos de vagos cantares 
y se despedían de sus azahares 
miles de purezas en los bulevares. 

Y cuando el champaña me cantó su canto, 
por una ventana vi que un negro manto 
de nube, de Febo cubría el encanto. 

Y dije a la amada un día: —¿No viste 
de pronto ponerse la noche tan triste? 
¿Acaso la Reina de luz ya no existe? 

Ella me miraba. Y el faisán cubierto 
de plumas de oro: —«¡Pierrot, ten por cierto 
que tu fiel amada, que la Luna ha muerto!»
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