El uruguayo Eduardo Galeano era ya un escritor de fama internacional cuando comenzó a desarrollar la trilogía que se daría a conocer en la década del “�80 bajo el nombre de “Memoria del fuego”.
Memoria del fuego.
La serie, que se caracteriza por combinar las referencias históricas con detalles propios de la poesía épica, recursos del ensayo y elementos de la novela, se inició en 1982 con el título “Los nacimientos”, se amplió dos años más tarde a través de “Las caras y las máscaras” y llegó a su fin en 1986 con “El siglo del viento”.
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En ella, el también creador de “Las venas abiertas de América Latina”, “Los días siguientes” y “Su majestad el fútbol” ha logrado plasmar con gran maestría la visión indígena sobre la fundación de América, así como también ha podido cubrir todo lo acontecido en el territorio latinoamericano desde el siglo XV hasta el año 1700.
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Esta colección que no pretende ser una antología sino una propuesta con base documental narrada por un autor que se negó, al menos en este caso, a ser objetivo, ha sido elogiada por numerosos expertos y despertó admiración en cientos de lectores alrededor del mundo.
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En “Le Monde”, por ejemplo, este trabajo de Galeano fue presentado como “la memoria de los pueblos latinoamericanos”, mientras que Dan Bellm lo definió en “San Francisco Review” como “una obra maestra que desafía las categorías de la historia y de la ficción”.
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Si este antiguo texto desarrollado por el escritor nacido en Montevideo el 3 de septiembre de 1940 aún provoca curiosidad y conserva lectores es por atesorar una cuidadosa recreación de la opresión padecida por los indios, contar cómo los pueblos necesitan quitarse las máscaras impuestas por los invasores para poder hacer valer sus derechos y rescatar la historia de América para evitar que sus habitantes pierdan la memoria colectiva.