Ago
El arte de saber contar
Publicado por Delfina Acosta
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Existe el siguiente dicho: “No hay chistes malos, sino mal contados”. Pues bien, con un tono un poco chistoso, picaresco (pues Armando Almada Roche domina el humor), el autor del texto El Paraguay de Drácula, editado por Ediciones el pez del pez, nos ofrece historias que son entretenidas y jugosas.
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No queda más “remedio”, entonces, que sonreír, que disfrutar página por página de esa suerte de recuerdos suyos, recuerdos que convocan a figuras memorables del ambiente teatral, como Ricardo Turia, un personaje de novela y artista consumado.
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Cuenta el autor que allá por los años 1958, 1959, bajo la dirección de Ricardo Turia (que fue expulsado por el Gobierno stronista, acusado de comunista), él y conocidas figuras del ambiente teatral daban lo más atrevido y excelente de su talento a la sociedad. Y al decir sociedad me refiero a un público popular, amplio, variado.
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Me viene a la memoria el relato de cuando él y un amigo suyo estuvieron actuando en alejados pueblos. Específicamente, recuerdo la realidad entre metafórica y dramática que le tocó vivir cuando se hizo crucificar a las orillas de un arroyo, con la aprobación preocupada del cura párroco, y el delirio histérico de las mujeres del lugar que lloraban o bendecían al redentor colgado de una cruz. Aquella fue una rara representación artística, pues como en el Gólgota, atrajo la ira de Dios: cayeron rayos en las variadas escenas.
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Nacido en el año 1942, Formosa, Argentina, Armando Almada Roche es un notable, acabado contador de historias ajenas y propias. Artista, le gustaba ir contra el formalismo en tiempos en que la barba estaba prohibida, se enamoraba de mujeres hermosas, algunas de su elenco, y era romántico hasta la cepa.
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Le pasó que cayó en un enredo sexual con una mujer ballena, que durante un tiempo de sequía económica y viéndose obligado a alimentarse solamente de aguacates, encontró una serpiente verde debajo de sus posaderas, que robó un beso imposible a una compañera de elenco, que re- creó en varias oportunidades, vestido y arreglado a lo Billy Caffaro (le parecía mucho a él), el éxito que el cantante despertaba entre las chicas.
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Cuenta historias que recrean una época importante para el teatro y la música y otras expresiones artísticas en el Paraguay .
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Este es un libro que tiene éxito, porque está bien contado.
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LA PUERTA OSCURA
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Tanto monte de llano acometiendo,
tanto río de sangre vadeando,
tanta patria en la patria sosteniendo
y tanta luz en sombras aguardando:
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¿No son, oh patria, tu dolor que astilla
en cada pecho que lo vil no mella,
la madurez del trigo en la gavilla
que cae en el camino de tu estrella?
.
He aquí que somos todos tan de tierra
que de tierra a la tierra transitamos
como el amor que en el amor se aferra,
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y vamos todos agitando ramos
mientras la noche agonizante cierra
la oscura puerta que al salir dejamos.
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Franciso Pérez Maricevich
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No queda más “remedio”, entonces, que sonreír, que disfrutar página por página de esa suerte de recuerdos suyos, recuerdos que convocan a figuras memorables del ambiente teatral, como Ricardo Turia, un personaje de novela y artista consumado.
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Cuenta el autor que allá por los años 1958, 1959, bajo la dirección de Ricardo Turia (que fue expulsado por el Gobierno stronista, acusado de comunista), él y conocidas figuras del ambiente teatral daban lo más atrevido y excelente de su talento a la sociedad. Y al decir sociedad me refiero a un público popular, amplio, variado.
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Me viene a la memoria el relato de cuando él y un amigo suyo estuvieron actuando en alejados pueblos. Específicamente, recuerdo la realidad entre metafórica y dramática que le tocó vivir cuando se hizo crucificar a las orillas de un arroyo, con la aprobación preocupada del cura párroco, y el delirio histérico de las mujeres del lugar que lloraban o bendecían al redentor colgado de una cruz. Aquella fue una rara representación artística, pues como en el Gólgota, atrajo la ira de Dios: cayeron rayos en las variadas escenas.
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Nacido en el año 1942, Formosa, Argentina, Armando Almada Roche es un notable, acabado contador de historias ajenas y propias. Artista, le gustaba ir contra el formalismo en tiempos en que la barba estaba prohibida, se enamoraba de mujeres hermosas, algunas de su elenco, y era romántico hasta la cepa.
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Le pasó que cayó en un enredo sexual con una mujer ballena, que durante un tiempo de sequía económica y viéndose obligado a alimentarse solamente de aguacates, encontró una serpiente verde debajo de sus posaderas, que robó un beso imposible a una compañera de elenco, que re- creó en varias oportunidades, vestido y arreglado a lo Billy Caffaro (le parecía mucho a él), el éxito que el cantante despertaba entre las chicas.
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Cuenta historias que recrean una época importante para el teatro y la música y otras expresiones artísticas en el Paraguay .
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Este es un libro que tiene éxito, porque está bien contado.
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LA PUERTA OSCURA
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Tanto monte de llano acometiendo,
tanto río de sangre vadeando,
tanta patria en la patria sosteniendo
y tanta luz en sombras aguardando:
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¿No son, oh patria, tu dolor que astilla
en cada pecho que lo vil no mella,
la madurez del trigo en la gavilla
que cae en el camino de tu estrella?
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He aquí que somos todos tan de tierra
que de tierra a la tierra transitamos
como el amor que en el amor se aferra,
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y vamos todos agitando ramos
mientras la noche agonizante cierra
la oscura puerta que al salir dejamos.
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Franciso Pérez Maricevich
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