Una vez más, el desafío de compartir con ustedes propuestas literarias que entretengan, cautiven y hasta generen recuerdos, nos lleva a hacer mención a “El príncipe feliz y otros cuentos”, uno de los libros más exitosos del escritor irlandés Oscar Wilde.
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El amigo fiel En ese trabajo, como recordará más de un lector, están incluídos los ya mencionados “El ruiseñor y la rosa”, “El gigante egoísta” y “El príncipe feliz”, pero también aparecen “El famoso cohete” y “El amigo fiel”.
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Este último título intenta conmover por medio de un relato que comienza a narrarse a partir de un intercambio de opiniones entre animales. En ese contexto, tras oir de boca de una rata de agua que un amigo fiel es aquel que demuestra lealtad, un ave empezó a contar la historia de Hans, un ser de buen corazón que habitaba una humilde casa de campo y ocupaba su tiempo en embellecer y cuidar su jardín.
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Hans parecía tener muchos amigos, pero el mejor compañero que aparentaba tener era Hugo, un rico molinero que acostumbraba a decir que “los amigos verdaderos lo comparten todo entre sí”.
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Aunque él jamás sorprendía al pequeño Hans con regalos, a Hugo le gustaba recibir obsequios por parte de este amigo que solía pasar frío y hambre durante las épocas invernales por no tener frutos ni flores que comercializar en el mercado.
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A modo de explicación a su falta de interés por las carencias de su vecino, Hugo solía decir que “cuando las personas pasan apuros, hay que dejarlas solas y no atormentarlas con visitas”. Desde su punto de vista, era mejor aparecer por su casa en primavera, una temporada en la que ya podría llevarse de su jardín “un gran cesto de velloritas”.
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Además, Hugo sostenía que era mejor dejarlo solo en esos asuntos porque, de lo contrario, podría llegar a sentir envidia y arruinar de ese modo su forma de ser.
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Él parecía decir cosas sabias sobre la amistad, pero sus actitudes no solían corresponderse con lo que a él le encantaba expresar ante los demás. Así fue que Hans comenzó a trabajar cada vez más duro para su amigo sin tener más retribución que algunos elogios, mientras que el adinerado mantenía a salvo la integridad de su familia y aumentaba su riqueza.
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Un día, la vida de Hans llegó a su fin y todo el pueblo quiso participar de su entierro. Durante la despedida, el sitio de honor lo ocupó el molinero, quien se presentaba como su mejor amigo pese a sentir algo de bronca por la pérdida de ese ser al que le había regalado su carretilla, un objeto que ahora pasaría a ocupar lugar en su casa y que no podría vender por su mal estado.
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¿Quieren saber más sobre esta historia? Entonces no dejen de leer “El amigo fiel”.