terça-feira, 18 de dezembro de 2007

A Guerra Civil de Espanha e o nazi-fascismo



MAUTHAUSEN EL UNIVERSO DEL HORROR

INTRODUCCIÓN (*)

Esta exposición tiene la finalidad de mostrar el horror más grande concebido en el siglo XX, los campos de concentración nazis. Para que su conocimiento provoque la reflexión necesaria, no sólo para asumir el pasado con responsabilidad, sino también para oponerse activamente a cualquier repetición en el presente o en el futuro. La mayoría de fotografías del campo de Mauthausen fueron obtenidas por los deportados Antonio García y Francesc Boix, que las robaron de los laboratorios fotográficos del campo y las dejaron, a través de los muchachos del campo que trabajaban en la cantera de Poschacher, al cuidado de la señora Anna Poitner del pueblo de Mauthausen. Antiguos deportados republicanos fueron depositarios de este fondo hasta la legalización de la Amical de España el año 1978.


La maquinaria exterminadora del Tercer Reich acabó con la vida de 12 millones de personas de toda la Europa ocupada y de la misma Alemania: judíos, resistentes, objetores de conciencia, gitanos, homosexuales y enfermos. Entre ellas, unos 10.000 republicanos españoles internados especialmente en el campo de concentración de Mauthausen, los hombres, y en el de Ravensbrück, las mujeres, de las cuales murieron unas 7.500. Su destino había quedado sellado al acabar la Guerra Civil Española cuando emprendieron el camino del exilio en calidad de vencidos.
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El año 1945, una vez liberados los campos, los supervivientes no pudieron volver a la España de Franco y se instalaron casi todos en Francia. Allí intentaron reconstruir su vida, luchando por la recuperación de su dignidad y por el mantenimiento de la memoria.


1931-1939

La república y la guerra civil en España
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Proclamada pacíficamente la Segunda República el 14 de abril de 1931, se abrió una nueva etapa histórica caracterizada por la voluntad política de iniciar un proceso de democratización y modernización. Este proceso se llevaría a término a partir de la separación de la iglesia y el estado; la ampliación de la enseñanza; la concesión del derecho de sufragio para la mujer; las reformas agrarias, social y del ejército; la solución a la cuestión autonómica con el restablecimiento de la Generalitat y la aprobación del Estatuto de Autonomía de Cataluña el año 1932 y de la formación del gobierno vasco y la aprobación de su Estatuto el 1 de octubre de 1936.
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La decidida voluntad de las derechas para evitar transformaciones que afectasen a sus intereses y la impaciencia de la clase obrera por ver satisfechas sus aspiraciones, debilitaron la coalición republicana socialista, que fue sustituida en el gobierno por las fuerzas conservadores durante el Bienio Negro. La paralización de las reformas, las conspiraciones militares y la violencia de los grupos fascistas generaron enfrentamientos que se agravaron el año 1934 con la revolución minera de Asturias y los hechos del 6 de octubre en Cataluña. heart15.gif (74K) La victoria de los partidos de izquierda unidos en el Frente Popular en febrero de 1936 y el retorno a los principios de la primera etapa republicana, movilizaron a las derechas, el ejército y la iglesia para acabar con la República, con la democracia y el parlamentarismo. El levantamiento militar del 18 de julio derivó en la Guerra Civil, durante la cual las democracias europeas abandonaron a la República a su suerte. La República sólo recibió la ayuda de la URSS y de los voluntarios de las Brigadas Internacionales, mientras que los sublevados, con el soporte de la Italia fascista y de la Alemania nazi, consiguieron la victoria que dio paso a la larga etapa franquista y a la inserción de España en la política del Eje.

El proyecto de dominación de Hitler
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El ascenso de Hitler al poder el año 1933 fue posible gracias al apoyo de las grandes empresas, a la utilización de la fuerza paramilitar de la SA (Sturmabteilung, Sección de Asalto) y al miedo o cobardía de gran parte de la población alemana, a lo que rápidamente siguió el desarrollo de su proyecto de dominación. Una vez liquidado el estado democrático con la suspensión de los derechos individuales y de las libertades públicas, la disolución de los partidos políticos y de los sindicatos, la depuración del ejército y la administración, la sustitución del poder judicial por la Gestapo (Geheime Staatspolizei, Policía secreta del estado) y la formación de una élite dentro del partido, la SS (Schutzstaffel «Tropas de Protección»), Hitler puso en marcha su proyecto de dominación de Europa, con un demagógico llamamiento a la restauración de la grandeza del pueblo alemán, paralelo a la creación del mito y del culto irracional al líder.
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Las demostraciones de fuerza y el enaltecimiento pseudorracial se concretaron en la persecución de los adversarios políticos y en la criminalización racista. Todo esto hizo posible una serie de actos abominables y la creación de los campos de concentración, concebidos con el objetivo de apartar de la sociedad y castigar a los enemigos del régimen.


1939- 1945

Exilio y persecución de los republicanos
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Después de la derrota del ejército republicano casi 500.000 personas cruzaron los Pirineos. Fueron internadas en campos de concentración improvisados donde padecieron todo tipo de penalidades, similares a las que sufrieron los detenidos en los campos de la España de Franco.
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franco_hitler.jpg (59K) Las autoridades francesas desbordadas por la situación e incómodas por la presencia de miles de antifascistas, en un momento en que algunos países comenzaban a reconocer el régimen de Franco, forzaban a los exiliados a volver a España aunque sin demasiado éxito. Finalmente, sin embargo, el estallido de la Segunda Guerra Mundial acabó por imponerles tres destinos: el ingreso en la Legión Extranjera, la integración en Batallones de Marcha o en las Compañías de Trabajadores Extranjeros (CTE). Después de la invasión alemana y la posterior firma del armisticio por el mariscal Petain, muchos republicanos fueron detenidos e internados en stalags («campos de origen»), el gobierno de Vichy se desentendió de su destino e incluso facilitó información a los alemanes para identificarlos, hecho que junto con la postura de Franco de negarles la condición de Españoles, los convirtió en «apátridas indeseables», marcados con el triángulo azul. Entre agosto de 1940 y junio de 1941 unos 6.000 prisioneros fueron enviados a los campos de exterminio del Reich, adonde también llegaron en transportes posteriores, otros hombres y mujeres detenidos por haber participado en actividades de la Resistencia.

Las agresiones nazis en Europa
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Las acciones agresivas de Hitler, bajo la cobertura propagandística de la necesidad de «espacio vital» para la «raza» germánica, obedecieron a un plan meticulosamente preparado y provocaron unas relaciones cada vez más tensas y conflictivas con la Sociedad de Naciones y las democracias occidentales, que acabaron claudicando ante las anexiones territoriales de Austria y los Sudetes en 1938. La Conferencia de Munich, en septiembre del mismo año y la firma de un pacto de no agresión entre Stalin y Hitler fueron pasos decisivos en la imparable marcha hacia el este, desde la invasión de Checoslovaquia hasta el ataque a Polonia el 1 de septiembre del 39. La declaración de guerra por parte de Inglaterra y Francia tampoco impidió la rápida penetración y ocupación de la Europa nórdica y occidental, y finalmente la invasión de Rusia en junio de 1941.
El control y la represión policial, el envío de trabajadores hacia Alemania, el antisemitismo y el internamiento de los resistentes en prisiones y campos, mostraban la ignominiosa intención del Tercer Reich de hacer de Alemania el centro de una Europa sometida, explotada y limpia de enemigos por motivos étnicos y políticos. Los campos de concentración y exterminio, extendidos desde Francia hasta Rusia, fueron el medio más perverso dentro de este panorama de conquista, sumisión, explotación y eliminación de los adversarios.

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EL MUNDO CONCENTRACIONARIO

La organización de los campos
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Para los nazis la persecución, la concentración y el exterminio formaban parte de la guerra y conciliaban dos objetivos: la eliminación de los enemigos y de las «razas inferiores» y cubrir la necesidad cada vez más urgente de mano de obra desde 1942. Para estas finalidades concibieron los campos de concentración y de exterminio, bajo el mando de Himmler, máximo responsable de las SS. Si los detenidos por la Gestapo eran entregados a las SS, entraban a formar parte de un universo regido por un poder ilimitado que llegaba a actuar como un estado dentro del estado.
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La organización de los campos estaba condicionada al cálculo entre inversión y gasto, tanto si se trataba de eliminación de los deportados como de su utilización como mano de obra esclava. Estos objetivos requerían la colaboración de todos los aparatos del estado como funcionarios, científicos, militares..., y de la gran industria alemana, así como el apoyo o el silencio de las autoridades y de parte de los habitantes de los países ocupados.
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Los campos eran complejos de muchas hectáreas, con numerosas instalaciones anexas y más de un millar de comandos exteriores que trabajaban en obras públicas, fábricas, fortificaciones o en la construcción de otros campos. La ubicación de los campos estaba condicionada por razones estratégicas, industriales, o militares, y los deportados útiles eran trasladados de un campo o comando a otro según las necesidades industriales del momento o la evolución de la guerra.
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Como inmensas ciudades siniestras, completamente aislados por muros, alambradas y flanqueados por torres de vigilancia, se extendían los barracones (blocks) donde se comía y se dormía, así como las instalaciones de exterminio: cámaras de gas y crematorios. En medio había grandes explanadas (appelplatz) donde se realizaban las interminables revistas y los castigos. Aquellas instalaciones contrastaban con las casas confortables de los miembros de la SS y sus familias construidas en los alrededores.
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La autoridad de cada campo la ejercía un comandante de la SS y la vigilancia estaba a cargo de guardias del mismo cuerpo, ayudados a veces por miembros del ejército, que conseguían así librarse de ir al frente. Al final de la guerra muchos campos quedaron bajo el mando de las policías locales de los países ocupados debido a la incorporación de los SS a las unidades militares propias (Waffen SS).
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La administración interna era ejercida por un miembro jefe que hacía de interlocutor entre los presos y los miembros de la SS. Dentro de cada block había un responsable que tenía a sus ordenes un ayudante para la limpieza, y los kapos, generalmente detenidos de derecho común (verbrecher) caracterizados por su crueldad y que se encargaban del contacto directo con los internos. Otras tareas especialmente deseadas como la limpieza, barbería y cocina eran ejercidas por deportados que, de esta manera podían ayudar en las situaciones personales más desesperadas.
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Los prisioneros que trabajaban en las cámaras de gas o en los crematorios formaban parte de los sonderkomandos (comando especial) y recibían un trato mejor, pero estaban aislados del resto de prisioneros y eran eliminados periódicamente para impedir la divulgación de su trabajo.
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Cargos de la SS Cargos de los prisioneros
Lagercomandant: Oficial superior del campo

Verwaltungsführer: Resposable de la administración económica

Lagerführer: Ayudante del oficial superior o jefe de los comandos

Arbeitstatistik: Jefe de comando

Lagerpolizei: Guardia del campo
Lagerältester: Responsable del campo, detenido encargado de
la gestión interna del campo ante los SS

Blockältester-Blockowa: Hombre o mujer responsable de un block

Schreiber: Secretario del responsable del block

Stubendieste: Auxiliar del responsable del block

Kapo (KAmeraden y POlizei):
Responsable de un comando de trabajo o de un servicio

Prominenten: Barberos, cocineros,...


Los campos de los Españoles
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Las mujeres y los hombres antifascistas que cayeron en manos de los nazis acabaron deportados a diversos campos de Alemania, Polonia y Austria como Dachau, Flossenburg, Auschwitz y Büchenwald. El destino de la mayoría de las mujeres, sin embargo, fue Ravensbrück y el de los hombres Mauthausen.
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El campo de Ravensbrück fue construido por prisioneros de Sachsenhausen el año 1939 y ampliado en tres ocasiones; hasta su liberación concentró 150.000 mujeres de las que murieron 92.000. 1942 fue el año de máxima afluencia. En los días anteriores a la liberación, centenares de prisioneras fueron obligadas a evacuar el campo en las «marchas de la muerte», de manera que, cuando el ejército soviético entró al recinto el 28 de abril de 1945, encontró miles de cadáveres y sólo unas cuantas mujeres supervivientes. El campo de Mauthausen, situado en la ladera de una colina sobre el valle del Danubio, fue concebido como campo central para toda Austria. Después de una visita, Himmler y Pohl consideraron la posibilidad de explotación, en beneficio de las SS de la cantera de Wienergraben, propiedad del Ayuntamiento de Viena hasta 1938. Un comando trasladado de Dachau comenzó a trabajar en condiciones de esclavos en la construcción del recinto.
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A partir de los 20 barracones iniciales, Mauthausen se convirtió en un enorme complejo fortificado, con construcciones anexas e instalaciones complementarias, a las órdenes del comandante Ziereis. Presidido por la gigantesca águila de bronce que todos los presos tenían que saludar al entrar y salir de las instalaciones, tenía 49 campos auxiliares extendidos por toda Austria y 70 comandos, por donde pasaron unos 200.000 deportados de los que murieron unos 120.000 . Después de los primeros prisioneros alemanes y austríacos, empezaron a llegar transportes procedentes de diferentes países, entre los cuales, en agosto de 1940, estaban los 10.000 republicanos españoles. Durante los años siguientes fue muy importante la afluencia de polacos, detenidos políticos de toda Europa y miles de prisioneros soviéticos, que fueron obligados a construir fuera del campo, la enfermería, tristemente conocida por sus horribles condiciones como «el campo ruso». Al final de la guerra ingresaron allí personas de países que habían sido aliados del nazismo como judíos húngaros y deportados de otros campos.
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La presencia de mujeres comenzó en 1942, con resistentes checas, yugoslavas, soviéticas... , hasta llegar a 5.000, sobre todo a partir de los transportes de Ravensbrück. El más importante de estos transportes llegó el 7 de marzo de 1945, con unas 1.800 mujeres entre las que había muchas españolas. Sometidas a un trato durísimo en comandos exteriores, las obligaron a trabajar y muchas murieron, bajo la acción de los bombardeos, hasta que su negativa a trabajar tuvo éxito.
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A 4 Km. de Mauthausen, se levanta el campo de Gusen, donde fueron eliminados la mayoría de los españoles débiles y enfermos. Unos 12.000 deportados bajo las órdenes del comandante Milesky, explotaban allí también una cantera. El año 1942 se crea Gusen II para utilizar un número similar de prisioneros, soviéticos, italianos y españoles, en unas galerías subterráneas, situadas a 30 km. y donde se fabricaba material de guerra para la empresa Steyr.

El traslado y la llegada
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Por carreteras y vías férreas circulaban transportes preparados especialmente y herméticamente cerrados donde se amontonaban centenares de personas. El viaje podía alargarse durante días o semanas sin que recibiesen comida ni bebida. La llegada al campo de los que habían sobrevivido al viaje, además del impacto producido por la visión de los internos, les provocaba una sensación de incomprensión de la realidad, de desesperación o de rendición ante las adversidades.
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Los deportados eran recibidos violentamente por los SS y sus perros, en una lengua que la mayoría no entendía. Los hacían formar bajo la mirada de personal especializado que decidía su exterminio o su utilización como mano de obra esclava.
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Una vez despojados de la ropa y del equipaje y con todo el cuerpo rasurado, los bañaban con agua helada o hirviendo, los desinfectaban y los inscribían con un número de matrícula que sustituía su nombre desde entonces. Los vestían con el uniforme con un triángulo de color cosido, según la categoría de los presos, y con la letra inicial del país de origen, o bien con el brazalete con la inscripción «idiota» para los enfermos mentales. Los deportados eran sometidos a cuarentenas durísimas, sonando canciones militares alemanas, con pruebas de resistencia que les hundían la moral y les debilitaban el cuerpo.
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El trabajo
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Los deportados trabajaban en beneficio de la misma SS, directamente o bien cedidos a centenares de empresas y de subcontratistas, que negociaban con el comandante del campo los contratos de retribución; generalmente consistían en seis marcos diarios por el trabajo de un prisionero cualificado, el coste del mantenimiento del cual era de un marco diario.
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A medida que era necesario sustituir la mano de obra alemana necesaria para el frente o bien acelerar la producción de las industrias de guerra, la explotación se intensificó, de manera que en agosto de 1944, en el conjunto del Reich había 7.600.000 trabajando en régimen esclavo.
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Enrolados en comandos dirigidos por los kapos, trabajaban en canteras, talleres subterráneos, excavaciones, fábricas de ladrillos, pantanos... o en tareas inútiles hasta la muerte o el límite de su resistencia física, entonces los deportados eran calificados de «musulmanes».
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Hasta el año 1939 la tarea prioritaria de los prisioneros de Mauthausen fue la construcción del mismo campo con la extracción de material de la cantera, que comprendía la tristemente famosa escalera de 186 escalones por la que los deportados tenían que cargar bloques de 30 o 35 kilos. A partir de 1941, los comandos del exterior cargaban piedras en la gabarras por el Danubio y construían los chalets de los SS, y en 1943 comenzaron a ser utilizados en industrias de armamento de toda Austria. El traslado de presos entre Dachau, Mauthausen y el castillo de Hartheim, donde se realizaban los experimentos médicos, fue continuo.
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Las internadas en Ravensbrück seleccionadas eran obligadas a trabajar en la Siemens, la Thyssen y la Industriehof, y a suministrar mano de obra a los campos de Mauthausen , Dachau, Flossenburg y Buchenwald; mientras que las más viejas o débiles esperaban su turno para los crematorios cosiendo mantas, uniformes o haciendo punto. Trabajar con lentitud y estropear la maquinaria fueron formas de sabotaje utilizadas por las mujeres resistentes.
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Algunas empresas explotadoras de la mano de obra esclava
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Siemens, Krupp, I.G. Farben, Daimler-Benz, Flick, AEG, Thyssen, Henschel. Industriehf, Steyr-Werke, BMW, Mittelbau, Schneider, AGW, Adler, Bayer, Volkswagen, Heinkel, Messerschmitt A.G. ...

La subsistencia
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La jornada de los internos se iniciaba de madrugada, con largas revistas, y acababa por la noche, cuando eran sometidos a nuevas formaciones, siempre bajo los imperativos de la alimentación mínima y de la máxima reducción del tiempo de sueño y de las horas de comer.
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A las terribles jornadas de trabajo, a la arbitrariedad de las órdenes, a la insalubridad y la precariedad del alojamiento y a los déficits alimenticios se añadía el frío y el agotamiento de las largas revistas y de los castigos. Estas condiciones hacían de todos los presos candidatos a terribles enfermedades como el tifus, disentería, tuberculosis, septicemia... y a la muerte en un término medio de tres a seis meses.
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Las torturas corporales eran también prácticas cotidianas: dolorosos colgamientos, castigos públicos, azotes con látigos de nervios de buey que tenían que ser contados en alemán por los mismos presos y aislamiento en celdas incomunicadas (bunker) sin comer ni beber... Estos castigos acababan a menudo con la muerte que también se les reservaba en sus modalidades más perversas como la aplicación de la «ley de fugas», lanzamiento contra la alambrada electrificada o el descuartizamiento por los perros.
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Los experimentos médicos
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Las prácticas sobre los cuerpos de los deportados, realizadas en los mismos campos o en empresas privadas, estaban dirigidas por el Instituto de Higiene de las Waffen SS, con la colaboración de médicos, laboratorios farmacéuticos e instituciones universitarias. La inoculación de enfermedades; pruebas para determinar la resistencia al frío, a la oscuridad, a la altitud; quemaduras; esterilizaciones encaminadas a métodos de exterminio biológico y vivisecciones con extracciones de huesos, nervios o músculos formaban parte de programas en los que los seres humanos se convertían en conejillos de indias (kanichen).
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A 17 km. de Mauthausen se alzaba el castillo de Hartheim, uno de los centros de eutanasia y de experimentación pseudocientífica más activos del Reich y donde fueron gaseados muchos republicanos.
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Las mujeres internadas en Ravensbrück sufrieron humillaciones y todo tipo de brutalidades: controles vaginales y selección para los prostíbulos de los SS, mutilaciones y abortos si el feto era inferior a 8 meses, asesinato de los recién nacidos delante de las madres..., crímenes que convertían la estancia en este campo en una experiencia dantesca para las deportadas.

La muerte
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Además de los suicidios por desesperación o inducción, la «ley de fugas» y las ejecuciones, los enfermos y los musulmanes morían con una inyección de bencina, ahogados en depósitos de agua o bien asfixiados en las cámaras de gas, desde donde eran conducidos a los hornos crematorios. Desde 1940 ya se rentabilizaban los cadáveres, mediante la extracción del oro de las dentaduras y la instalación de fábricas para la recuperación del cabello, de la ropa, de la grasa y de los huesos. La progresión del exterminio llegó a hacer insuficientes las instalaciones, de manera que tenían que cavarse grandes fosas para enterrar los cadáveres o bien ser almacenados para esperar turno para los hornos.
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La solidaridad y la resistencia
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Aunque existieron algunas revueltas y fugas, como la de los 400 soviéticos de Mauthausen en febrero de 1945, que solían fracasar y se castigaban con la muerte, los deportados con más fuerzas o ánimos eran conscientes de que la supervivencia era una lucha diaria que tenían que realizar con ingenio, y, sobre todo, manteniendo la moral alta a través de las relaciones personales y de grupo.
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Los que conocían oficios que podían ser útiles en aquellas circunstancias no ahorraban esfuerzos para reparar, por ejemplo calzado o ropa; los que tenían contactos con el personal interno en la enfermería o en las cocinas reanimaban a los más agotados o enfermos; los que seleccionaban los equipajes de los recién llegados conseguían objetos de utilidad, y otros simplemente transmitían información, cantaban o conversaban.
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La organización de comités clandestinos, nacionales o internacionales, fue habitual en todos los campos. Los integraban los deportados física y moralmente más fuertes y con más experiencia. A medida que iban ingresando prisioneros acostumbrados a la lucha y a la resistencia, como era el caso de los republicanos españoles y de los exmiembros de las Brigadas Internacionales, los comités iban tomando importancia, mientras se rehacían de los continuos golpes que recibían. Consiguieron realizar diversas acciones como la elaboración del croquis de los campos, transmisión de instrucciones para boicotear o retrasar el ritmo de trabajo y sobre todo la sustitución de los presos comunes por personas de confianza en los puestos de responsabilidad.
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En los últimos meses de la guerra, las organizaciones clandestinas pudieron agilizarse gracias a la marcha de los SS más jóvenes al frente y a su posterior sustitución por otros vigilantes. Cuando los ejércitos aliados llegaron a muchos campos, los encontraban controlados por los comités de resistencia que habían extremado su acción de autodefensa y se habían provisto de armas por miedo a una matanza generalizada antes de la huida de los SS. El año 1943, los deportados republicanos de Mauthausen habían constituido el Aparato Militar, que sería la base del Aparato Militar Internacional y que disponía de una estructura capaz de movilizar unos 5.000 deportados. Contribuyeron también a la formación del Comité Internacional Clandestino de la Resistencia, en mayo de 1944. Vinculados a los partidos comunistas, el Comité fue dirigido por los austríacos Léo Glaber, Franz Marsalek, Joseph Khol y el checo Artur London y más adelante, se incorporó el español Manuel Razola. Con la llegada de noticias sobre la proximidad de los ejércitos aliados, la actividad del Comité se intensificó, se negaron a cualquier traslado y a ser enrolados en unidades de las SS para combatir a los soviéticos, pero no pudieron evitar que muchos españoles fuesen obligados a destruir las pruebas del castillo de Hartheim.
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La liberación
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Las semanas que precedieron la llegada de los ejércitos soviéticos o americanos fueron infernales para muchos de los deportados y deportadas. Dentro de los campos la situación era crítica a causa de la falta de alimentos y por la inseguridad de lo que sucedía en el exterior, donde aún había combates. Bajo la consigna de que ningún prisionero podía caer en manos del enemigo, los nazis se apresuraron a liquidar a los enfermos y débiles. También evacuaron hacia otros campos, en medio del caos, a miles y miles de personas, la mayoría de los cuales no sobrevivieron al traslado, muriendo por el camino, bajo las bombas aliadas o fusilados por los SS.
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El campo de Mauthausen fue abandonado por los SS entre el 3 y el 5 de mayo de 1945, por miedo a una revuelta, y quedó bajo la custodia de la policía municipal de Viena, hasta que unos motoristas americanos lo localizaron el día 5 de mayo. Entonces el Comité Internacional se hizo cargo del control del campo y pusieron hombres armados en todos los puntos estratégicos para esperar la llegada del ejército aliado. En aquel momento quedaban 2.184 republicanos.
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Pero una vez liberados y después de organizarse las repatriaciones en trenes, camiones o aviones, los problemas de los españoles no acabaron aquí, ya que no tenían un país de acogida hasta que Francia accedió a la concesión de salvoconductos.
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El Hotel Lutetia de París, sede de la Gestapo durante la ocupación, se transformo en centro de asistencia de los deportados y allí fueron llegando los republicanos que habían de empezar a vivir, a recuperar lo que habían dejado y a prepararse para el futuro.

El destino de los verdugos
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Sólo una pequeña parte de los verdugos compareció ante los tribunales militares internacionales como los de Nuremberg o Dachau. No les sirvió de nada alegar deber de obediencia y pagaron su responsabilidad en la barbarie nazi; otros huyeron a América del Sur o a España, algunos se suicidaron o murieron intentando huir, como el comandante Ziereis de Mauthausen, y otros se camuflaron en la vida civil.
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La guerra fría sirvió para deformar la responsabilidad histórica; así, mientras los tribunales de desnazificación se decantaban por la clemencia y distinguían entre nazis, militares y alemanes, lo que permitió una rápida reinstauración en los cargos y en la vida pública de muchos de los responsables del exterminio, la población del Reich que había descubierto «con sorpresa» la realidad de los campos de concentración, seguía forjando su futuro ignorando que lo que había significado Hitler no hubiera sido posible sin su participación activa y sin su pasividad.
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EL MUNDO DEL HOMBRE LIBRE
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Epílogo
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Al abrirse las puertas del campo de Mauthausen, el 16 de mayo de 1945, el comité español añadió su firma a la de todos los comités clandestinos en el juramento hecho en nombre de todos los presos políticos y que finaliza con las siguientes palabras:
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«Recordando la sangre vertida por todos los pueblos y los millones de seres humanos sacrificados, asesinados, inmolados por el fascismo nazi, juramos no abandonar nunca el camino que nos hemos trazado. Sobre la base de la comunidad internacional queremos erigir, a los soldados de la libertad caídos en esta lucha sin tregua, el más bello monumento: EL MUNDO DEL HOMBRE LIBRE.
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Nos dirigimos al mundo entero para decirle: Ayúdanos en esta tarea.

¡Viva la solidaridad internacional!

¡Viva la libertad!»

Las deportadas y deportados, acogidos con respeto y con el apoyo de los partidos y organizaciones de la resistencia y de los gobiernos de la mayor parte de los países, impulsaron asociaciones y dieron testimonio de su experiencia en actos públicos, diarios, revistas y otras publicaciones. Pero no fue el caso de los republicanos españoles; los pocos que volvieron a su país estuvieron condenados al silencio por la dictadura franquista y se refugiaron en la solidaridad de amigos y familiares.
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En 1962, un grupo de deportados y familiares fundaron en la clandestinidad la Amical Mauthausen , presidida por Joan Pagès, que hasta el año 1978 no fue reconocida oficialmente, con el objetivo de la defensa de la dignidad y de los derechos de las víctimas.


Para la generación protagonista y para todas las generaciones siguientes queda el compromiso moral y la responsabilidad histórica de no olvidar y de realizar una tarea constante de rechazo y denuncia del exterminio nazi, que algunos incluso llegan a negar, en un mundo en que las nuevas acepciones del nazismo no han dejado nunca de ser una amenaza frente a los valores democráticos de la libertad y la solidaridad.
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texto em

O Horror no Campo de Concentração nazi-fascista de Mauthausen

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clicar na hipeligação acima para saber mais.
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ver aqui, no Momentos Breves, imagens da

Guerra Civil Espanhola


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ENLACES lin01.gif (1K)

AMICAL DE MAUTHAUSEN
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MAUTHAUSEN MEMORIAL
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THE FORGOTTEN CAMPS
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UNA ESPERANÇA DESFETA. L'EXILI DE 1939.
Una esperanza deshecha. El exilio de 1939
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SIMON WIESENTHAL CENTER
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FUNDACIÓN MEMORIA DEL HOLOCAUSTO
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CANAL DE LOS PRESOS. CGT Andalucía
Lista de todos los muertos en Mauthausen de Andalucía.


1 comentário:

Filoxera disse...

Que tratado! Espero poder ler, calmamente, este blog, sobretudo no que se refere à Guerra Civil de Espanha.
Bjs.