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Sepulta cuidadosamente las páginas insólitas de
viejos cascarrabias como Marx, el gran culpable;
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destruye hoja por hoja los versos de Rambaud,
joven durazno con vicios milenarios, y quiebra
ojo por ojo a todo Baudelaire, harapo brujo,
alcohol mistificado, viejo corozo de durazno
con vicios renovados;
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escupe por las rejas de la cárcel en que moran,
empotrados en sus huesos, algunos jóvenes poetas.
vigila que el guardián ponga las llaves
y agrega siete que te sean de confianza;
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espulga el Nuevo Testamento y abomina del Antiguo,
cargados de puercas porquerías para lapidar
perezosos; de pechos como paloma para reyes
lúbricos y junturas de muslos como goznes
labrados de mano maestra;
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compra galas chillonas sedosas suntuosas para
halagar al gazmoño;
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lávate cada hora, refriégate de alcohol, pues el
talento, con todo y no ser contagioso, podría
afectarte de ictericia;
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castiga tu pensamiento sin pausa ni misericordia,
si es que puedes pensar y si te sobra alguna
misericordia.
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clávate las uñas en la carne cuando veas el amor
adolescente;
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(desde luego, te prevengo contra mi persona);
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pero, sobre todo, enciende hogueras altas
relucientes pulidas pendencieras piras funerarias
para quemar, quemarnos;
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verás entonces, varicosa, que todo es más tranquilo.
y más tuyo.
al fin y al cabo
Dios te hizo cortada a su medida.
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in Poemas del Alma
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