Cuatro años después de haber ampliado su producción literaria a través de “Luz de agosto”, el gran narrador y poeta estadounidense William Faulkner publicó “¡Absalón, Absalón!”, una novela ambigua y enigmática de gran complejidad técnica. 
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¡Absalón, Absalón!En esta obra de título llamativo, la acción transcurre en el condado de Yoknapatawpha y se desarrolla en función de las vivencias de la familia Sutpen, a cuyos integrantes se los describe antes, durante y después de la Guerra de Secesión, un conflicto clave en la historia estadounidense que tuvo lugar entre 1861 y 1865.
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Como recordará más de un lector, el lugar elegido como escenario de este relato es un territorio ficticio situado al noroeste de Mississippi que el también creador de “La paga de los soldados” incluyó en otros de sus libros, tal el caso de trabajos como “El ruido y la furia”, “Mientras agonizo” y “Santuario”.
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Hecha la referencia hacia Yoknapatawpha, volvamos al eje de la propuesta que nos convoca en esta oportunidad. Para elaborar “¡Absalón, Absalón!”, Faulkner le dio vida a cuatro personajes que, sin estar al tanto de algunas circunstancias, tuvieron la responsabilidad de reconstruir y presentar los trágicos sucesos que marcaron el destino de los Sutpen, un clan que terminó con su patrimonio arruinado y con la dinastía creada por Thomas Sutpen, destruida.
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Según sea la mirada de cada lector, este libro lanzado en 1936 puede interpretarse sólo como una interesante novela inspirada en ciertos hechos históricos que tuvieron lugar en Estados Unidos o como un texto paradójico donde se intenta hacer foco en el racismo, el honor, la venganza y el amor, entre otras cuestiones. Asimismo, habrá quienes encuentren en este material un contenido mucho más profundo y difícil de descubrir que busca demostrar que la objetividad no existe y dejar en evidencia los límites del conocimiento humano.